Friday, October 7, 2011

Bautizados en “nueva unión”



Lic. Néstor Martínez

En el blog de “El Alfarero” (http://alfarerouruguay.blogspot.com),grupo de parejas en nueva unión (divorciados vueltos a casar) de Montevideo,figura un artículo del R. P. Fernando Solá OP, del cual extractamos elsiguiente pasaje:

“No cabe dudaque el plan de Dios es que el matrimonio sea para siempre, indisoluble, comotambién quiere que haya justicia en el mundo. Pero cuando no se da, conseguirlose convierte en una tarea y un ideal irrenunciable. La entereza con que estasparejas divorciadas y vueltas a casar cuidan y defienden su segunda unión esuna prueba de la exigencia del amor y de la necesidad de que el matrimonio seaindisoluble. Cuando el amor y el matrimonio se han roto irreversiblemente,existen varios caminos y uno de ellos es intentar una nueva unión y rehacer lavida.

Es lamentableque, personas que se toman muy en serio su vida de fe y que vivenresponsablemente el amor conyugal en una segunda unión, sean excluidos de lamesa eucarística y de los sacramentos. Éste es uno de los sufrimientos másagudos de los cristianos que viven esta situación. Es lícito desear y esperarque en un futuro no lejano el magisterio de la Iglesia llegue a declarar que unmatrimonio, válidamente celebrado, a causa de una ruptura irremediable delvínculo y con un discernimiento serio y honesto, pudiera considerarse que dejade ser sacramento de la Iglesia, o cuando menos, pueda tener acceso a la plenaComunión de la Eucaristía.

Para la Iglesia, la dificultad, hoy por hoy, está en poder distinguir elcriterio evangélico y el jurídico. Un camino podría ser que se fortaleciera elconcepto sacramental del amor en el matrimonio, como expresión del amor deDios, y sin el cual no existe sacramento. Actualmente hay muchos estudiosserios que proponen nuevas perspectivas sobre el sacramento del matrimonio, ycorresponde a los moralistas seguir en la búsqueda de soluciones a laproblemática que se presenta desde la teología, la moral, el ecumenismo, elderecho y la pastoral. Mientras tanto, me parece oportuna la indicación delreconocido sacerdote redentorista, Silvio Botero, al afirmar que “Esta nuevaperspectiva conlleva unas exigencias particulares: en primer lugar, educar alpueblo de Dios, no tanto para obedecer a la ley de la indisolubilidadmatrimonial, cuanto para cultivar, en forma personal y responsable, el valor dela fidelidad conyugal como vocación que se funda en el amor fiel. En segundolugar, se debe tener presente que hacer flexible la norma no significadebilidad, complicidad, ni tampoco la “ley del menor esfuerzo”. Es un bajarpara rehabilitar” (Botero, 2005: 357-377); es decir, atender a la debilidad delhombre para capacitarlo en vista a una respuesta más plena a la vocación dealianza.”

Analicemos un poco este texto.

“No cabe dudaque el plan de Dios es que el matrimonio sea para siempre, indisoluble, comotambién quiere que haya justicia en el mundo. Pero cuando no se da, conseguirlose convierte en una tarea y un ideal irrenunciable.”

La indisolubilidad del matrimoniono es un ideal, como la justicia; es un hecho, supuesta la validez delconsentimiento matrimonial. La indisolubilidad es una de las notas del matrimonio; o sea, si hay matrimonio, hay indisolubilidad.

Esa indisolubilidad no es tampoco, ante todo al menos, unprecepto, como el de que se debe actuar con justicia. No es: “no seseparen”. Es un hecho, una realidad, unapropiedad del matrimonio válidamente celebrado: no se pueden separar, siguenunidos, mientras ambos estén con vida.

Aunque se “divorcien”, o sea,aunque realicen un trámite ante un juzgado quepara la Iglesia y para Dios no tiene efecto alguno sobre el vínculo matrimonialya existente, siguen unidos “hasta que la muerte los separe”.

“Cuando no se da”, por tanto, la indisolubilidad, es porque “no sedio” el matrimonio, es decir, no hubo consentimiento válido a la hora decelebrar el matrimonio y, entonces, nunca hubo matrimonio, ni por tanto,tampoco, indisolubilidad. Eso corresponde aclararlo a un tribunal eclesiásticoal que se presente un recurso de nulidad matrimonial.

Pero una vez válidamentecelebrado el matrimonio, no puede serque “no se dé”, alguna vez, la indisolubilidad, pues ésta es una propiedaddel matrimonio.

Y no tiene sentido decir que la indisolubilidad dejó de darse,porque eso sería como decir que Juan dejó de ser inmortal porque se murió, oque el vaso dejó de ser irrompible porque se rompió. No. “Inmortal” quieredecir que no puede morir, “irrompible” quiere decir que no se puede romper, e“indisoluble” quiere decir que no sepuede disolver mientras viven ambos cónyuges.

Por eso tampoco tiene sentidodecir que “cuando no se da” la indisolubilidad, “conseguirlo se convierte enuna tarea…” etc.

¿Conseguir qué? ¿Laindisolubilidad? Eso se consigue por la simple celebración de un matrimonioválido. De hecho, lo que quiere decir el autor es que si se rompió el primermatrimonio “indisoluble”, entonces hay que hacer otro, a ver si esta vezlogramos que sea “indisoluble”…

Es obvio que todo esto es unapilamiento de contrasentidos. Si el primer matrimonio era “indisoluble”, no sepudo romper. Y si lo que se busca en el segundo matrimonio es realizar el“ideal” de la indisolubilidad, primero, como ya dijimos, no es un ideal, sinouna propiedad necesaria del matrimonio válido, y segundo, por eso mismo, si elprimer matrimonio fue válido, no es necesario buscarla. La indisolubilidad yaestá ahí mismo, y por eso mismo no pueden contraer matrimonio con otra personaen vida del cónyuge.

Por la misma razón tampoco tienesentido el párrafo siguiente:

“La enterezacon que estas parejas divorciadas y vueltas a casar cuidan y defienden susegunda unión es una prueba de la exigencia del amor y de la necesidad de que elmatrimonio sea indisoluble.”

No es que haya una necesidad deque el matrimonio sea indisoluble, elmatrimonio es indisoluble, y punto.

Y por eso la segunda unión, envida del primer cónyuge, es adulterio,lisa y llanamente.

Que ese adulterio se viva con unagran cantidad de aspectos positivos no le quita su carácter fundamental deadulterio.

Ahora bien, al decir que:

“Cuando elamor y el matrimonio se han roto irreversiblemente, existen varios caminos yuno de ellos es intentar una nueva unión y rehacer la vida”,

el autor se coloca en oposición abierta y frontal con ladoctrina católica, que enseña justamente la indisolubilidad del matrimonioválidamente celebrado. Es claro que el autor no se refiere aquí al caso decelebración inválida del matrimonio, pues habla de un matrimonio que se ha“roto”, y que por tanto, existía antes de romperse, y que por tanto había sidoválidamente celebrado.

Ahora bien, la Iglesia enseña,basada en las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, que el matrimonio válidamente celebrado es indisoluble, o sea,traducido al lenguaje del autor, “irrompible”. Por tanto, la afirmación deque el matrimonio se ha “roto” niega la indisolubilidad matrimonial y escontraria a la enseñanza de la Iglesia.

Por ejemplo, dice el Catecismo dela Iglesia Católica:

“1614. En supredicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión delhombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización,dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza delcorazón (Cf. Mt 19,8); la uniónmatrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció:"lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (Mt 19,6).”

“1649.Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se haceprácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesiaadmite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Losesposos no cesan de ser marido y mujerdelante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En estasituación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación.La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivircristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (Cf. FC 83;CIC, can. 1151-1155).”

Dice en cambio el P. Solá:

“Es lamentableque, personas que se toman muy en serio su vida de fe y que vivenresponsablemente el amor conyugal en una segunda unión, sean excluidos de lamesa eucarística y de los sacramentos. Éste es uno de los sufrimientos másagudos de los cristianos que viven esta situación. Es lícito desear y esperarque en un futuro no lejano el magisterio de la Iglesia llegue a declarar que unmatrimonio, válidamente celebrado, a causa de una ruptura irremediable delvínculo y con un discernimiento serio y honesto, pudiera considerarse que dejade ser sacramento de la Iglesia, o cuando menos, pueda tener acceso a la plenaComunión de la Eucaristía.”

Lo que se vive en una segundaunión en vida del primer cónyuge esadulterio, y por tanto, difícilmente puede ser una vivencia responsable delamor conyugal.

Va de suyo que el adúltero no puede comulgar mientras nose arrepienta de su pecado, y no puede arrepentirse mientras tenga elpropósito de continuar en esa situación, porque el arrepentimiento incluye elpropósito de no volver a cometer el pecado en cuestión, por lo que no puedecomulgar mientras siga viviendo en esa “segunda unión”, a menos que ambos secomprometan a vivir como “hermano y hermana”, es decir, en forma célibe.

Hay que subrayar aquí lo de“válidamente celebrado”. Con eso el autor nos aclara que efectivamente no nos está hablando de casos de nulidadmatrimonial, sino de la auténtica ruptura de lo que según la Iglesia, apoyada enla palabra de Jesús, no se puede romper, y la disolución de lo que según laIglesia, apoyada en la palabra de Jesús, es indisoluble.

Es clara por tanto aquí la negación frontal de la doctrina católicasobre el matrimonio.

Por eso no hay que dejarse despistarpor lo que sigue:

“Para laIglesia, la dificultad, hoy por hoy, está en poder distinguir el criterioevangélico y el jurídico. Un camino podría ser que se fortaleciera el conceptosacramental del amor en el matrimonio, como expresión del amor de Dios, y sinel cual no existe sacramento.”

Aquí se mezclan dos cosas: una, si la falta de amor, en el momento delconsentimiento matrimonial en la celebración del matrimonio, puede ser unacausal de invalidez del mismo; otra, si se puede “romper” un matrimonioválidamente celebrado, porque “se terminó el amor”.

No entramos en la primeracuestión, porque no hace falta: lo anteriormente citado muestra que el autor habla en realidad de la segundacuestión, de la ruptura de un matrimonio válidamente celebrado porque “seterminó el amor” y con él se terminó el matrimonio.

¿Será que Nuestro SeñorJesucristo, que es el Evangelio de Dios, semovía en un plano preferentemente jurídico y no tanto evangélico cuandoafirmaba sin vueltas la indisolubilidad matrimonial? Véase en Marcos 10,2-12:

“Se acercaronunos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: “¿Puede el maridorepudiar a la mujer?” Él les respondió: “¿Qué os prescribió Moisés?” Ellos ledijeron: “Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.” Jesús lesdijo: “Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotroseste precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón yhembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se haránuna sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, loque Dios unió, no lo separe el hombre.” Y ya en casa, los discípulos le volvíana preguntar sobre esto. Él les dijo: “Quien repudie a su mujer y se case conotra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casacon otro, comete adulterio.”

¿Cómo no aprovechó ese precisomomento el Señor para enunciar la doctrina “evangélica” sobre el matrimonio quedura tanto como el “amor”? ¿Cómo un matiz tan importante le pasó desapercibido?¿Cómo no se encuentra nada de ella en todo el Nuevo Testamento y en toda laTradición cristiana?

Finalmente, la parte tal vez másdura y dolorosa de todas. La recepciónde la Eucaristía en estado de pecado mortal constituye un sacrilegio, esdecir, ante todo, una afrenta horrible a Jesucristo Nuestro Señor, presentereal y sustancialmente, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad bajo lasespecies sacramentales del pan y del vino.

Dice el Catecismo:

“1385. Pararesponder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande ysanto. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan obeba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre delSeñor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz.Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" (1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecadograve debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse acomulgar.”

“2120. El sacrilegioconsiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras accioneslitúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todocuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpode Cristo se nos hace presente substancialmente (Cf. CIC can. 1367; 1376).”

La Iglesia, asistida indefectiblemente por el Espíritu Santo, nunca vaa autorizar el sacrilegio contra el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y jamásva a ser en la Iglesia de Cristo una medida de “misericordia pastoral” elfomentar la profanación de la Eucaristía, que es el Sacramento en el quemáximamente nos testimonia el Señor su amor y su misericordia por todosnosotros.

Y tampoco la Iglesia, Madre llenade entrañas de misericordia, va por eso mismo a alentar a los fieles en un camino que los pone en peligro decondenación eterna, al convertirlos en profanadores habituales delSantísimo Sacramento.

Pertenece incluso al bien comúnde la Iglesia el que no se permita laprofanación del Santísimo Sacramento, teniendo en cuenta el escándalo y eldolor que produce en los fieles asistir impotentemente a la misma, y más aún,si la misma se llegase a realizar con el conocimiento y consentimiento delsacerdote celebrante.

Frente a esto, puede parecerletra menuda, aunque en realidad es muy grave, también, lo de:

“educar alpueblo de Dios, no tanto para obedecer a la ley de la indisolubilidadmatrimonial, cuanto para cultivar, en forma personal y responsable, el valor dela fidelidad conyugal…”

Aquí se está instigando a educar al pueblo de Dios en la desobediencia al preceptode la indisolubilidad matrimonial, que ya vimos que es un precepto porqueante todo es una realidad, la del vínculo matrimonial indisoluble una vezválidamente contraído.

Una “pastoral” de este tipofomenta, obviamente, en los fieles el considerar el divorcio y la “nueva unión”como una posibilidad, y entonces, estáobjetivamente empujando al adulterio a muchos bautizados que vivensituaciones matrimoniales difíciles.

Y con eso se está fomentando precisamente el problema que se quiere “resolver”:el de los bautizados divorciados y vueltos a casar en vida del primer cónyuge.

Finalmente, lo de sustituir laindisolubilidad con la fidelidad es otro despropósito. La indisolubilidadpermanece, haya fidelidad o no. La indisolubilidad es una realidad ya dada; lafidelidad, es una exigencia constantemente renovada.

Debemos orar mucho por losbautizados que viven en contradicción con el vínculo matrimonial indisolubleque contrajeron válidamente, debemos acogerlos caritativa y misericordiosamenteen la Iglesia, y por eso mismo, nodebemos aplicarles medidas “pastorales” que los conducen a permanecer en susituación objetiva de pecado y a agravarla aún más con la profanación delsacramento eucarístico.

Y debemos ser misericordiosostambién con los bautizados casados, alos que no podemos engañar con la perspectiva de una “nueva unión” adúltera quesería bendecida por la Iglesia, ni presentarles como transitable un caminoque en realidad los entrampa en una situación muy difícil y dolorosa que, unavez que se está en ella, se puede transitar con la gracia de Dios y enobediencia a las enseñanzas de la Iglesia, pero que sin duda es mejor noincurrir en ella.

1 comment:

  1. No dejemos de rezar por nuestros sacerdotes en primer lugar, para que siendo fieles a la Doctrina de La Santa Madre Iglesia, sepan iluminar, ayudar y acompañar con rectitud a los matrimonios en conflicto. Que no los confundan y les ayuden a formarse rectamente.

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